Todos deberíamos recibir una ovación al menos una vez en nuestra vida, porque todos vencemos al mundo. Su cara lo hace distinto de los demas y él sóo quiere ser uno más. Camina siempre mirando al suelo, la cabeza agachada y el fleco tratando en vano de esconder su rostro, pero, aun así, es objeto de miradas furtivas, susurros ahogados y codazos de asombro.