La Fontaine es uno de los poetas más personales de toda la literatura francesa a la vez que uno de los más inclasificables de ella. Se burla del Papa, de la Iglesia y los sacerdotes, adorando la voluptuosidad, sin dejar a lo largo de toda su vida de ser profundamente religioso. Adula al Rey por sus conquistas, a la vez que arremete contra los conquistadores y elogia las ventajas de la paz. Canta la soledad y la simplicidad rústica y frecuenta, con complacencia, los valores de la nobleza. En sus poemas más delicados hace la corte a las mujeres más elegantes a la vez que goza de las desvergüenzas de los burdeles. Estas contradicciones y sentimientos encontrados encierran el carácter de este autor que supo, con gran lucidez, sacarles partido en su obra. Para muchos lectores la obra de La Fontaine se reduce a las Fábulas. Pero fue La Fontaine con sus Cuentos y relatos en verso quien elevó el relato corto en verso a la categoría de género literario. Sus cuentos están temáticamente basados en el Decamerón de Boccaccio. También los autores del Renacimiento francés, Rabelais y Margarita de Navarra, le sirven de modelo. Sin embargo, La Fontaine difiere de sus predecesores en la forma de contar una historia, «habla» al lector, busca su complicidad, de manera que narrador y lector puedan observar la anécdota desde una misma posición crítica.