En medio de la abundancia material de los países ricos, emerge en su población un fenómeno de reacción: cada vez más personas se sienten atrapadas en una profunda incertidumbre existencial y criss de valores. Se alejan de un mundo del que ya no esperan mucho y buscan una satisfaccion sustitutiva en el consumo puro e inmediato. En otras palabras, la prosperidad material va ligada a un empobrecimiento espirtual y existencial. Uno de los síntomas más significativos es que las personas pierden el acceso a los valores reales de la vida. La cohesión y la responsabilidad personal, valores positivos para nosotros y la sociedad, quedan al margen y prevalecen la frialdad, el aislamineto, la soledad, el desánimo y la indiferencia.